Conozco a muchas personas exitosas, en diversos ámbitos de la vida, que no son necesariamente las más inteligentes o habilidosas en términos técnicos, pero aún así llegan muy lejos. Cuando me detengo a observarles me doy cuenta que, desde mi perspectiva, se puede atribuir a dos cosas principales: sus habilidades sociales y su disciplina o constancia. Esta vez quiero hablar más de lo primero.
El otro día leía un libro donde mencionaban un estudio que hicieron las universidades de Harvard y Stanford donde concluyen que el éxito, particularmente en el trabajo, se basa 85% en las habilidades sociales y menos del 15% en las habilidades o conocimientos técnicos. Eso quiere decir que un alto coeficiente intelectual (CI o IQ en inglés) no necesariamente garantiza el éxito, mientras que si tenemos un mayor coeficiente emocional (CE o EQ) podemos lograr muchas cosas y llegar muy lejos en nuestros proyectos.
El éxito, particularmente en el trabajo, se basa 85% en las habilidades sociales
Las personas con un alto coeficiente emocional saben cómo conducirse en diferentes situaciones y contextos, y actúan de tal manera que hacen sentir cómodas a las personas con las que interactúan. Y esto es lo que encontramos en el corazón de lo que llamamos ETIQUETA.
La etiqueta no es sólo para eventos elegantes y extraordinarios, o cuando vamos a visitar a la Reina Isabel (que asumo la mayoría de nosotros jamás lo hará). En el fondo, saber de etiqueta significa ser amable, respetuoso y considerados de las personas que nos rodean. Etiqueta es el protocolo que seguimos para mostrar respeto a los demás.
A través de mi trabajo, y de la vida cotidiana, me he dado cuenta que tener clara la importancia de la etiqueta, y por supuesto practicarla, nos abre muchísimas puertas. Saber tratar a personas mayores que nosotros, o de diferente rango jerárquico. Darle su lugar a las personas que nos proveen un servicio, o hasta vestirse de manera adecuada de acuerdo al contexto y al mensaje que queremos transmitir. Conocer la manera en que se pone una mesa y saber comer con propiedad, hasta interactuar con personas de otras costumbres y culturas con el respeto y empatía que merecen. Saber conectar con el otro a través de la verdadera escucha y la conversación empática.
La etiqueta es una forma de honrar la vida y a las personas que nos rodean.
Todo lo anterior son formas de honrar la vida y honrar a las personas que nos rodean. Me gusta imaginar todo lo lograríamos como individuos y como sociedad si nos condujéramos con más consciencia hacia los demás y hacia nosotros mismos. Si honrar la vida y a los demás formara más parte de nuestra cotidianeidad, estoy segura que tendríamos más armonía y disfrutaríamos más esta experiencia de vida.
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